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HISTORIA

En los límites donde confluyen los actuales términos municipales de Feria y Salvatierra de los Barros, las fuentes documentales nos sitúan un coto, es decir, un terreno asegurado contra el uso comunal, el pago de Don Blasco. Se trata de una zona que, como dicen los documentos, “los vecinos vienen explotando… desde tiempo inmemorial”, lo que nos debe hacer pensar que estas tierras se empezaron a repoblar a partir de la Baja Edad Media, cuando los terrenos más cercanos a los núcleos urbanos se habían repartido y la llegada de nuevos colonos, exigía roturaciones en áreas más alejadas que, como la que nos ocupa, sabemos, han sido habitadas desde la prehistoria por el habitual hallazgo de útiles de piedra como hachas, azuelas, etc. El caserío de Don Blasco, como otros del Señorío de Feria con el mismo origen, Don Febrero, Los Cuellos o Aldea de Caballeros, fueron perdiendo población por diversas circunstancias y se convirtieron en despoblados, mientras que Solana o Santa Marta se consolidaron y llegaron a ser los actuales núcleos urbanos de Tierra de Barros.

 

El pago de Don Blasco tuvo una cierta importancia económica en el contexto del Señorío de Feria por ser una zona donde se practicaba una agricultura de secano junto al cultivo del olivo, el aprovechamiento de los zumacales para los curtidores y unas pocas huertas al lado mismo de los escasos cursos de agua.

 

Pero de todas las actividades agrícolas, sin duda, el viñedo fue el más importante. El viñedo cubría la mayor parte del pago de Don Blasco para hacer frente a la demanda de una población numerosa que tenía allí su heredad, su bodega y su vivienda. De hecho, Tomás López, a fines del siglo XVIII, constata que “su terreno está plantado de viñas y bodegas y olivares donde hay algunos caseríos”. Pocos años antes, en el Interrogatorio de la Real Academia de Extremadura se nos informa que en el pago de Don Blasco hay 40 bodegas de poca capacidad, propiedad de los vecinos de Feria y de algunos forasteros, que alcanzaban la cifra de 500 arrobas de cabida. A mediados del siglo XIX, Pascual Madoz, al referirse a Don Blasco, lo denomina “las bodegas de Don Blasco” y afirma que cuenta con 36 casas que sirven para guardar el vino que se produce en las viñas aledañas.

 

La documentación nos informa de que algunas de estas bodegas estaban construidas bajo tierra lo que hace pensar que, posiblemente, sus propietarios eran colonos procedentes del norte donde estas cavas son habituales, una población, la de Don Blasco, que debía ser importante por cuanto, aunque no llegara a convertirse en colación de la Parroquia de Feria, tenía dos oratorios en cuya construcción se advierten elementos mudéjares, lo que atestigua la presencia de moros o moriscos entre la población.

 

Sobre los vinos producidos en Don Blasco, también la documentación nos da detalles. Solano de Figueroa valora los vinos del pago de los que dice “no es sólo bueno, pero generoso” y abunda en la descripción de las bodegas subterráneas: “y vense… algunas bóvedas o cuevas que sirven con mucha comodidad a la conservación de los frutos que produçe”. Es evidente que estas bodegas soterradas tenían y tienen la finalidad de resguardar los caldos de los calores del verano.

 

Es precisamente en uno de estos oratorios, que antes se mencionaban, donde se ha mantenido la producción de vino. Se trata de la Bodega Domblasco que ahora, después de una cuidada rehabilitación arquitectónica y la necesaria actualización tecnológica, elabora caldos enraizados en la más profunda tradición de siglos en el pago de Don Blasco. Una tradición que, manteniendo la elaboración de tintos arropados de exquisito paladar, recupera una forma de hacer, se sentir el vino como esencia propia de una tierra con una personalidad definida en el mundo de la enología. 

 

El actual propietario de la Bodega Domblasco, León Martínez de Azcona de la Concha, ha recuperado 4 hectáreas de terreno calizo, situado a pie de sierra a una altitud media de 600 metros, manteniendo las variedades típicas de la zona, garnacha común y mazuelo, añadiendo una pequeña proporción de petit verdot. En Domblasco se trabaja con la ilusión de recuperar el prestigio de un vino con personalidad propia, que ya destacó al inicio del siglo pasado como de los mejores tintos de Extremadura (J.A. Calero Carretero. XXXVI Jornadas de Viticultura y Enología, TIERRA DE BARROS. 2014. Edit.: Centro Universitario Santa Ana).

 

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